EL PEQUEÑO NICOLÁS

Ilustrador: Jean- Jacques Sempé
Año: 2002
Editorial: AlfaguaraAño: 2002
El pequeño Nicolás es una obra del escritor francés René Goscinny (1926- 1977), e ilustrada por el francés Sempé. Esta obra, editada por Alfaguara, se ha mantenido en la preferencia de los lectores desde su publicación, hace más de cincuenta años, y se ha convertido en un referente en el corpus de la literatura infantil y juvenil.
En El pequeño Nicolás se narran, a través de una trama sencilla y lineal, en diecinueve capítulos que pueden leerse en forma independiente, la vida cotidiana de Nicolás en la casa, la escuela y el barrio. Él es un niño que no posee características extraordinarias, al contrario, está lleno de la sencillez y la inocencia propias de la infancia.
De la misma manera, sus amigos hacen gala de una estupenda sencillez. Así, Alcestes, un chico gordo y que come sin parar; Eudes, quien pega en la nariz; Rufo cuyo padre es agente de policía; Agnán, el ojito derecho de la maestra; son quienes aparecen en cada una de las historias acompañando a Nicolás y alimentando de una manera especial cada uno de los capítulos.
En esta obra, llena de niños, no podemos dejar de ver a los personajes adultos envueltos en una serie de aprietos provocados por Nicolás y sus amigos, pues ellos hablan, actúan e interpretan la realidad desde su propia perspectiva y se sorprenden ante el poco o nulo entendimiento por parte de los adultos.
Goscinny, bajo un estilo irónico y acompañado por las geniales ilustraciones de Sempé, destaca lo extraordinario de lo ordinario en situaciones, probablemente tan triviales, como el juego, narrado en el capítulo Los cowboys, los temores infantiles en Las notas y la búsqueda de la experimentación en Yo fumo. Con ello coloca énfasis en la lógica particular y trasgresora de los niños en la medida que no sintoniza con la lógica del adulto.
Cabe destacar que los mecanismos humorísticos presentes en la narración proporcionan la oportunidad de colocar ante el lector no solo una oportunidad para reír, sino que a la vez brindan, lo que Juan Cervera* llama, “diversión analítica”, es decir, aquel tipo de diversión que nos interpela y, en este caso, coloca en tela de juicio determinados parámetros existentes en la sociedad en su conjunto con respecto a la educación de los niños y niñas.
Es inevitable sentirse atraído o identificado en alguna travesura, palabra o situación que nos presenta El pequeño Nicolás dada la cercanía que se siente al leer cada uno de los capítulos y lo inevitable que resulta, elevar la mirada y suspirar para evocar esos años de anarquía infantil.
* Doctor, Catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la E.U. Magisterio de Valencia.
En El pequeño Nicolás se narran, a través de una trama sencilla y lineal, en diecinueve capítulos que pueden leerse en forma independiente, la vida cotidiana de Nicolás en la casa, la escuela y el barrio. Él es un niño que no posee características extraordinarias, al contrario, está lleno de la sencillez y la inocencia propias de la infancia.
De la misma manera, sus amigos hacen gala de una estupenda sencillez. Así, Alcestes, un chico gordo y que come sin parar; Eudes, quien pega en la nariz; Rufo cuyo padre es agente de policía; Agnán, el ojito derecho de la maestra; son quienes aparecen en cada una de las historias acompañando a Nicolás y alimentando de una manera especial cada uno de los capítulos.
En esta obra, llena de niños, no podemos dejar de ver a los personajes adultos envueltos en una serie de aprietos provocados por Nicolás y sus amigos, pues ellos hablan, actúan e interpretan la realidad desde su propia perspectiva y se sorprenden ante el poco o nulo entendimiento por parte de los adultos.
Goscinny, bajo un estilo irónico y acompañado por las geniales ilustraciones de Sempé, destaca lo extraordinario de lo ordinario en situaciones, probablemente tan triviales, como el juego, narrado en el capítulo Los cowboys, los temores infantiles en Las notas y la búsqueda de la experimentación en Yo fumo. Con ello coloca énfasis en la lógica particular y trasgresora de los niños en la medida que no sintoniza con la lógica del adulto.
Cabe destacar que los mecanismos humorísticos presentes en la narración proporcionan la oportunidad de colocar ante el lector no solo una oportunidad para reír, sino que a la vez brindan, lo que Juan Cervera* llama, “diversión analítica”, es decir, aquel tipo de diversión que nos interpela y, en este caso, coloca en tela de juicio determinados parámetros existentes en la sociedad en su conjunto con respecto a la educación de los niños y niñas.
Es inevitable sentirse atraído o identificado en alguna travesura, palabra o situación que nos presenta El pequeño Nicolás dada la cercanía que se siente al leer cada uno de los capítulos y lo inevitable que resulta, elevar la mirada y suspirar para evocar esos años de anarquía infantil.
* Doctor, Catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la E.U. Magisterio de Valencia.